Desde la firma de la Resolución 42/112 en diciembre de 1987, cada 26 de junio se celebra el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, cuyo objetivo es aumentar la cooperación para lograr un mundo libre de drogas. Para conmemorar la ocasión, la UNODC publica anualmente un Informe Mundial sobre las Drogas, con un análisis en profundidad de las tendencias y novedades más importantes. En su Informe Mundial sobre las Drogas de 2022, uno de los retos identificados para hacer frente a la oferta de drogas ilícitas es el intrincado vínculo entre las situaciones de conflicto y el comercio de drogas ilícitas.
La UNODC constata que existe un gran solapamiento entre los países que sufren conflictos y los que participan en el comercio de drogas ilícitas, ya sea como centros de producción, puntos de tránsito y tráfico, o mercados. Se trata de un problema importante de seguridad humana, ya que las poblaciones ya vulnerables que se encuentran en zonas de conflicto son propensas a sufrir el impacto adicional de la delincuencia organizada transnacional que prospera en sus comunidades.
Las zonas de conflicto son especialmente atractivas para los grupos de delincuencia organizada transnacional. Los Estados frágiles, con debilidad del estado de derecho, proporcionan un entorno propicio para que florezcan las economías de las drogas ilícitas. El Informe Mundial sobre las Drogas analiza cómo, durante la guerra civil siria, la producción de Captagon se trasladó de Europa del Este a Siria y Líbano, ya que el “conflicto ha creado condiciones propicias para el comercio de drogas ilícitas”. El mismo informe también llama la atención sobre el aumento de la producción de drogas sintéticas en Ucrania, e informa de que “las situaciones de conflicto pueden actuar como polo de atracción de la fabricación de drogas sintéticas”.
¿Por qué es esto preocupante? La actividad del crimen organizado transnacional en las zonas de conflicto es un factor que puede exacerbar y prolongar los conflictos. Los ingresos del tráfico ilícito suelen utilizarse para financiar a grupos armados y actores políticos, lo que prolonga la duración de los conflictos. A la inversa, el comercio de drogas ilícitas también contribuye a aumentar la inseguridad y la violencia y puede ampliar la zona de conflicto. El Informe Mundial sobre las Drogas examina el caso de Myanmar, donde la economía de la droga, primero basada en el opio y ahora cada vez más en las metanfetaminas, sigue alimentando el prolongado conflicto.
En zonas frágiles con oportunidades económicas reducidas y opciones limitadas para los negocios regulados, existe un incentivo para que la población local se involucre en las economías ilícitas. Como resultado, la economía de las drogas ilícitas puede convertirse en la principal fuente de ingresos de las poblaciones locales, lo que afianza profundamente el mercado criminal. Esto supone un reto adicional a la hora de abordar la delincuencia organizada, por ejemplo, en lo que respecta a la creación de alternativas económicas sostenibles. Los actores criminales también pueden explotar a las poblaciones locales: la Global Initiative Against Transnational Organised Crime descubrió que, en 2016, los sirios eran una “comunidad de riesgo para […] actuar como mulas para pagar sus viajes a los países europeos”.
Las zonas de conflicto también son una oportunidad para que los grupos criminales diversifiquen y amplíen sus mercados. Se pueden establecer rutas nuevas y menos controladas a través de las zonas en conflicto. Una vez establecidas, estas nuevas rutas pueden ser utilizadas para otros tráficos, y las poblaciones vulnerables de las zonas de conflicto también corren el riesgo de ser objeto de la trata de personas.
La intersección entre las drogas y los conflictos es un elemento importante de la arquitectura más amplia de los flujos ilícitos. La rápida evolución del crimen organizado transnacional y su expansión a nuevas zonas ya sea geográficamente o en términos de actividad delictiva, exige respuestas coordinadas y globales que también reflejen los puntos de convergencia de la criminalidad. Los entornos propicios para la criminalidad transnacional, como las zonas de conflicto, deben ser objeto de una vigilancia adecuada, centrada no sólo en los flujos locales de drogas potenciales, sino en los flujos generales de la delincuencia organizada. En este sentido, el Programa de Flujos Ilícitos Globales es clave para desarrollar una respuesta global coherente, reuniendo a diferentes actores para luchar contra el tráfico ilícito en su conjunto.